Temerosa complicidad

Suenan las campanas en Puebla y los vendedores comienzan a ordenar la mercadería de sus negocios. El viajero camina y observa atento, como niño que acaba de aprender a leer. Un comerciante está sentado junto a una mujer en la puerta de su tienda. La proximidad física entre ambos exhibe un vínculo afectivo. Pero, a juzgar por sus rostros, el tono de la conversación cambia de un momento al siguiente. El hombre abre la palma de su mano y le asesta dos bofetadas a la mujer. La postal se sumerge súbitamente en un balde de agua fría que deja helados a los casuales espectadores. Los vecinos de tienda mantienen el silencio y la distancia; el viajero, también. Como la punta de un iceberg en plena calle, asoma la normalidad.

Tomasocho