La rana que no quería decir sí

Un príncipe vagaba por el jardín, contrariado por la exigencia paterna: casarse. Pensando en lo difícil de hallar a alguien a su altura se topó con una colorida rana. Recordó el cuento y, aprovechando su distracción, la apresó y le acercó sus labios. Ella, hastiada de esas actitudes principescas, giró la cabeza.
—¡Déjame, bruto! No me molas —le dijo.
—¡Malagradecida!, te ofrezco vivir mejor y así me lo pagas. ¡¡Soy tu príncipe y te ordeno que aceptes!! —vociferó él, furioso por su rechazo.
La rana, que era tan paciente como venenosa, comenzó a expulsar un líquido irritante y, cuando el dolor aflojó el puño que la secuestraba, dio un brinco y retornó con sus compañeras. Renegando de los príncipes que no aceptan un no por respuesta.

María Shelley