Dos soles
Erase que se era, un anochecer. Erase que se era, una estrella fugaz seguida de otra y otra, donde unos picos brillantes la rozaban al pasar y tocaban su corazón astillado y lleno de cráteres. Erase que se era, una mujer ensartada, abrazada a sus dos soles, una mujer menguada y violada por las noches en negro, sobresaltada por los golpes y magullada en su noche estrellada.
Erase que se era, dos niños con muchos deseos, también, con muchos escalofríos recorriendo sus cuerpos, recordando rayos y centellas. Erase que se era, un sonido atronador, el ruido del martillo del juez, uniendo a los soles con su estrella protectora y derrotando a la violencia. Ahora, erase que se era, una mujer mirando al horizonte, con dos soles y muchas estrellas.
Troia