Amor verdadero

Abrió los ojos, el plano de fondo de la habitación estaba desdibujado y en oblicuo. Sintió que una punzada de dolor le atravesaba el cuerpo y que la sien le ardía; casi no podía moverse. Tampoco quería intentarlo…Delante de ella, dos grandes ojos negros abiertos y asustados la observaban tratando de entender. La caricia de una mano temblorosa en su rostro y una frase en el oído: “Mamá, no te mueras”, fueron suficientes para entender que había llegado el momento. Con las heridas del cuerpo, pero sobre todo con las del alma, se levantó y se abrazó a aquel cuerpo menudo que le lanzaba los brazos como un salvavidas. Sintió su calor, su verdad, su inocencia. Y la fuerza de aquel amor verdadero le hizo cerrar la puerta para no volver nunca más.

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