Decido contarlo
Decido contarlo, ¡decido vivir!
Y entonces fue cuando cambió mi vida. Cuando decidí contarlo.
En el pasillo de los juzgados la vi venir a ella. Enfundada en una túnica negra. Con su sonrisa luminosa y su aire de seguridad y cercanía.
Se presentó como mi abogada del turno de oficio.
Me dio la energía que a mí ya no me acompañaba. Y sobre todo, me dio la esperanza y confianza para luchar por mi integridad, autoestima y empoderamiento.
Con ella entendí que lo importante no era ganar aquel juicio, ni siquiera que me creyesen en esa fría sala de justicia, en la que yo era un número más de las estadísticas.
Lo importante era lo que ya estaba consiguiendo; saberme capaz, contar mi verdad sin avergonzarme y sobre todo volver a sentir.
Entonces le vi a él. Y supe que yo ya había ganado. Porque me tenía a mí misma. Porque no sentía culpa. Porque solo deseaba iniciar una nueva vida; libre, autónoma y mujer.
Ya me daba igual lo que pasase en aquella fría sala de justicia. Porque la justicia ya había llegado. La mía, la interna, la verdadera, la que nadie nunca me volvería a arrebatar.
Mónica Pinedo Santamaría