Pero

Angustioso, lúgubre. Casi fúnebre, y fríamente asfixiante. Todo en penumbra, callado, todo amenazante, sórdido, hostil. Respira con fatiga, hirviendo el aire dolorido, desde la nariz al exhausto pecho; paladea sangre antes de toserla, y suda, congelada, antes de enjugarse la piel magullada. Y llora, antes de levantarse.

Se ha ido por fin. O quizá no. Tal vez no se ha marchado, tal vez no pueda marcharse. Sigue estando al lado, sí. Está soldado, inscrito, aferrado. Ahora él está, y estará, adherido a las heridas, y a la herida. Gime. Se tambalea, y llora, antes de caerse. Las burlas, las sentencias, la prensa: la culpa, que será de la ropa, de las copas, de su boca y de ella por ser ella, aunque fuera otra.

Entonces el violador ríe, no está solo. Entonces ella llora, ella sí.

Pero las compañeras, pero su apoyo, pero su amor. Pero la justicia que sí es justicia y la prensa que también. Pero la ciudadanía ciudadana, pero la conciencia que conciencia. Pero la lucha, pero las huelgas, pero la educación. Pero la alegría, pero la libertad, pero la vida. La vida.

Entonces el violador llora, está solo. Entonces ella aún no ríe, queda mucho por hacer.

Heinrich Carraway