Cerré el puño con fuerza
Cerré el puño con fuerza, intentando captar la atención de cualquier noble mirada. Él me hizo sombra con su desgarrador carácter y tímidamente agaché la cabeza. Agarrado de mi mano estaba el miedo, ese día me veía fuerte para soltarlo. Tras insoportables horas en la calle, llegamos a casa. Sentada en el baño por un instante dejé de tener ese sentimiento constante de controlación y desagrado hacia mí. Me vi firme y de manos vacías dí un alto grito creyendo que era lo más seguro, pero con la rapidez de la luz me di cuenta de que eso era incierto. El miedo me obnubiló y a partir de ahí solo recuerdo a mi madre con un rostro desolado y con lamento en sus ojos. Escuchó mi último gimoteo y en señal de rabia cerró su puño con fuerza.
Martina Rodríguez Fernández