Víctima constante

Nunca antes había significado tanto una firma. La separación definitiva de aquel hombre que un día me engañó. La caída al vacío sin nada a lo que agarrarme. Una liberación, tan satisfactoria y deseada, como aterradora y complicada.
Las lágrimas de alegría al saber que no habría más golpes ni gritos se mezclaron con las de desesperación al no saber dónde ni de qué vivir.
Mi madre criticó mi decisión, solo tenía que ser sumisa a él para tener la vida resuelta, dijo, renegando de mí.
Mis amigos no quisieron posicionarse, ellos no sabían si decía la verdad, dijeron, continuando el trato con mi agresor.
Mis vecinos, compañeros y otros conocidos invisibilizaron mi sufrimiento.
Primero fui víctima de un hombre, luego fui víctima de la sociedad.

Merot