El pozo

Y aquello, aquello era como un pozo… un pozo del que no podía salir si no
me ahogaba antes. Pero un pozo lleno de rosas… rosas con unas
espinas grandísimas que se me clavaban por todo el cuerpo, y aunque todo
el mundo veía con claridad como me hacían heridas imperdonables, como
me desangraba por su culpa, yo ni lo notaba porque solo me podía fijar en
sus preciosos pétalos, en su olor tan particular, en cómo me hacían sentir
cuando brillaba el sol. Y eso, eso fue lo que me cegó, lo que no me dejo ver
como el agua me engullía más y más sin retroceso. Y solo hay, apunto de
morir por falta de oxígeno en mis pulmones y con heridas de las punzantes
espinas, fue cuando por fin desperté y conseguí nadar y salir a flote antes de tocar el fondo.

Regina Falange