Sin respuesta

―Venga, chiquitín, tú puedes.

Le suelta las manos, pero en cuanto el niño se da cuenta, cae sentado sobre la moqueta. Se escucha el giro de una llave. La madre deja de sonreír. Coge al pequeño y lo mete en la cuna.Un fuerte portazo. Las paredes retumban. La mujer siente un vahído, pero sale al encuentro. Él olisquea el aire alzando la cabeza y encogiendo la nariz.

―¿Otra vez verduras para cenar?

Ya tiene un pretexto, con poca cosa basta. ¡Zas!, estampa la manaza en la mejilla. A ella le parece que los ojos van a saltarle de la cara. Se tambalea y cae.

―¡Hija de puta! ¡Como si te hubiera hecho daño, coño! Ahora verás.

Se protege la cabeza entre los brazos. Pierde la cuenta de los golpes hasta que la deja tirada y se dirige al saloncito para sentarse frente al televisor.

El niño oye el estruendo y llora. La mujer se apresura, pero él se adelanta. Alza al bebé y le hace pedorretas en la barriga. Se sienta con el niño en brazos. Lo hace subir y bajar sobre las rodillas, mientras canta:

―¡Arre borriquito, arre burro arre…! Tu madre sí que es una burra, pero entre tú y yo la meteremos en cintura, ¿a que sí, machote?

En la cocina, la mujer, encogida, escucha y se pregunta: ¿Por qué?

Yonah.