Salida al mar

A veces
necesito
camuflarme
dentro de ese espacio
en forma de caracola
(fresco, extraño).

Quedarme quieta
-tan quieta-
como las muertas.

Una caracola
de mucho nada
y poco todo
de bastante ahora
y nada siempre…
Ni nunca.

Sin sonido
del mar,
ni de ronquidos.

Sin el ruido
de tu puño
en mi cara.
Ni del llanto
de nuestra hija
asustada.

Cuando entro en ella
(en mi caracola)
puedo ver
que no hay verdad,
solo reflejos.

No hay dolor
ni sangre,
ni besos.

Y veo
a través del agua
un leve atisbo
de calma.

Esperanza.

Pero cuando salgo,
nada ha cambiado:
tus ojos buscan
mi fallo; y yo
estoy perdida.

Ya no encuentro
la entrada al mar…
y -sin cuenta corriente-
no hay la salida.

Bahari