El perdón

Después de las peleas su perdón me rogaba,
Pero aquellas palabras, el viento muy pronto se las llevaba.
Pero qué importaba eso si la culpa que yo sentía superaba cada moradura que en mi piel habitaba.
Mas mi fallo era por haberlo perdonado, puesto que a falta de coraje, ese era el precio pagado.
Ya ni de casa salía por el miedo a las consecuencias que aquello conllevaría.
Y de no haber sido por la valía con la que un día me armé para confesar en comisaría todo lo que a diario sufría, todavía pagaría una sentencia que ni a mi peor enemigo desearía.

Amanda