La sal de la vida
Y allí estaba yo, por fin me hallaba surcando la mar brava tal y como había soñado desde niña. Recuerdo como si fuera ayer, como si en este instante toda mi vida pasase delante de mi en fotogramas, las tardes de invierno cuando me sentaba a escuchar a mi padre cómo me contaba sus hazañas marineras lleno de emoción. Su “niña valiente” me llamaba y se me partía la cara en dos con una enorme sonrisa. Hoy el oleaje estaba especialmente desbocado. Recibía una tras otra tremendas bofetadas saladas que rompían contra mis huesos pero no me derribaban. Así es como solía combatir día tras día las tormentas nocturnas. Pero esta noche, de repente, una gran ola irrumpió de improviso y me golpeó tan fuerte que caí al mar y sentí cómo me ahogaba. Entreabrí los ojos y supe que estaba en casa pero no recordaba cómo había llegado allí. Aún sentía la sal en mi boca mezclada con una especie de sabor a metal. Notaba como el agua chorreaba por mi cara y me impedía ver con nitidez. Sentía que toda yo estaba mojada. Entonces oí muchas voces extrañas y sentí un gran revuelo a mi alrededor mientras me preguntaban si estaba bien. Al mismo tiempo escuché a mi marido gritando…LA PRÓXIMA VEZ JURO QUE TE MATO!
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