El viento también miente
Ya me creía abandonada a mi suerte cuando lo escuché. Fue solo un susurro. Parecía el ladrido de un perro. No recordaba ninguna casa en los alrededores, pero podía estar equivocada. Ligeramente aliviada, aligeré el paso y me encaminé hacia el lugar del que parecía proceder. Cuando llevaba andado un buen trecho comprendí que había sido el ulular del viento lo que había engañado a mis oídos. No me dio tiempo a lamentarlo. Escuché, ahora estaba segura, los pasos de mi perseguidor y comencé a correr. Demasiado tarde. Mientras se abalanzaba sobre mí, y sujetaba con fuerza mis manos, me acordé del viento y pensé con tristeza que acababa de descubrir que esa luna que se elevaba sobre mi desgracia no era la única que mentía.
Astolfo