Cómplices

Nunca supieron de discusiones, aunque sus paredes eran de papel. No escucharon los gritos, aunque les obligaron a subir el volumen del televisor. No sospecharon el desenlace, porque les parecía un señor atento y educado, que les saludaba siempre y les cedía el paso cuando abría las puertas. Y solo cuando bajaron la camilla con el cuerpo de la mujer tapado, se atrevieron a decir que aquello no podía haber terminado de otro modo.

Clara Campoamor