Apariencias
Sola en el pupitre del fondo de la clase, castigada por no hacer las tareas, Celia contemplaba, a través de los cristales, el cielo lloroso y gris que parecía mostrarle empatía. La lección de historia sonaba como un murmullo amorfo, lejano e ininteligible.
Su carita picarona e inocente disfrazaba un mundo complicado. De sonrisa fácil, ocultaba magistralmente lo que en su interior sucedía. Aparentemente despreocupada e infantil, irritaba a su profesora que no podía sospechar, ni por asomo, la cruda realidad.
El timbre anunció el temido regreso a casa. Ese día hubo suerte, su madre abrió la puerta sonriente, sin chorreones de máscara de pestañas ni moretones. “La paliza de anoche no fue de las duras”, pensó la niña, aliviada.
Danés Pieltain