Una mirada triste
Su mirada era triste. Su mirada era triste a pesar del horizonte que había delante de sí. Sus ojos color miel nunca tuvieron confianza con su propio cuerpo, pues lo sentía como un extraño.
Su mirada era triste. Su mirada regalaba cada noche sus labios a esos desconocidos que parecían saber más que de sí misma.
Su mirada era triste. Su mirada no podía escuchar lo que la esperanza le gritaba a voces. Todo le olía a miedo, desesperación y angustia.
Su mirada era triste. Su mirada nunca fue joven, ni divertida. Visitaba millones de lugares, pero ninguno lo sentía como su hogar. Y qué decir de esos señores que aseguraban ser su padre, pero que sin querer le seducían de forma incestuosa.
Su mirada era triste. Su mirada enmascaraba mensajes profunfos, historias terribles, experiencias desgarradoras; pero ahí seguía ella, con su triste mirada. No era fiel a sus ilusiones, pues su vida no se lo permitía.
Su mirada era triste. Su mirada se dirigía hacia la eterna soledad. No hay camino de vuelta, pero sus ojos color miel espera nuevos paisajes y colores a su alrededor. Tiene derecho a ser.
Elisabetta