Samuel y Carmela
En un intento desesperado por salvar la vida de madre e hijo se practicó una precipitada cesárea. Samuel tuvo que llamar a dos braceros para que sujetaran a Carmela mientras el médico del pueblo abría su vientre, sin anestesia, que no la había. Milagrosamente, ambos salvaron la vida. “Vaya parto burra” fue el cariñoso gesto con el que Samuel reconfortó a una Carmela exhausta, anémica y suturada hasta lo más hondo de sus entrañas. Por las noches, Carmela no podía controlar las embestidas de un Samuel hambriento de sexo y, cerrando los ojos, se encomendaba a San Ramón Nonato para que no se produjera la concepción. Aún así, fueron otros tres hijos los que reventaron a la madre por la misma cicatriz. Nunca tuvo la oportunidad de decir NO.
Truchita