Mujer Fénix
Aquel día, él invadió mi templo. Me gustaría decir que fue sin previo aviso, pero ya hubo otras veces antes. Recuerdo el escalofrío helando cada centímetro de mi piel al paso de sus manos, el dolor bañando mis mejillas en forma de lágrima, el calor abrasando las estepas de mi vientre, aquel grito ahogado que no me atreví a dar.
Quiso, de nuevo, hacer suyo un cuerpo que no le pertenecía para alimentar ese ego que le decía que yo era suya. Sin saber que yo era solo mía.
Abandoné aquel lugar para no abandonarme más a mi misma. Y aquella devastación, aquellas heridas, aquellas cenizas, fueron la semilla de mi resurgir. Me convertí en una mujer fénix.
Mujer Fénix