Manual de instrucciones
Se pasa el día programándome la vida. Hasta los tiempos me controla para que todo salga en su punto. Que él se encarga de todo porque a mí me falta un hervor, le oigo que dice a sus amigos en cuanto tiene ocasión. También les dice que quiere ser chef, que le encanta la «nouvelle cuisine», y lo pronuncia con acento de Galapagar mientras busca recetas en mi móvil y, de paso, me borra algún contacto que no le gusta. Y se disgusta. Y cuando se le pasa, me unta con nata montada. Así se siente en su salsa, exclama excitado. Después me come la oreja con palabras almibaradas. Pero ya no me lo trago. Acabo de escribirle un manual de instrucciones y una nota de despedida. Y al fin me siento viva y no una simple robot de cocina.
Molli Muller