Libertad, ¡que bonito nombre tienes!
Sintió sus manos asfixiando su garganta. Colocó la mano con fuerza en su boca mientras con brusquedad la presionaba contra la pared. A Encina le faltaba el aire para respirar.
Ella solo sabía pedirle perdón, perdón.
Mientras sus lágrimas recorrían su rostro. Se hizo una pregunta que jamás se había planteado: ¿Encina, morir en vida es lo que deseas para el resto de tu existencia? De pronto las lágrimas se secaron y aunque le aterraba contestar, Encina se atrevió a dar respuesta, ¡NO, NO QUIERO CONTINUAR MUERTA EN VIDA!
Se enfundó con la ropa de deporte, tomó una pequeña mochila y salió de lo que de cara al exterior era su hogar.
Ese día lo recuerda como el más duro de su vida, pero también se sintió por fin, ¡LIBRE!
Color Esperanza