Lento pero seguro
La primera vez que nos vimos, me invitó a un café. No permitió que pagara yo. Mientras charlábamos, le descubrí hablándome a los pechos. Cuando notó que le había visto, se ruborizó. No le di más importancia, es lo que hacen los hombres, ¿no? Además parecía que se había avergonzado. La segunda vez, me rozó el trasero con una mano al pasar por detrás de mí al dirigirse a su silla. Pensé que habría sido un accidente. Apenas tenía espacio para pasar. Hoy, la tercera vez que nos juntamos, me ha puesto una mano en la pierna. Avanza lento pero seguro. Me voy a casa rezando para que se conforme con mi rodilla porque es mi jefe y yo necesito este trabajo.
Claudia Torres