Suciedad

Desde el día que murió, los albornoces se acumulan en las perchas. Parece que nadie percibe la añadida presencia. Gotean silenciosos los grifos, tan suavemente que las toallas se duermen arrulladas y sueñan con secadoras y suavizantes. Desde ese día se trasladan sin vigilancia, de una ducha a otra, las esporas de un moho tenaz y familiar. Y la hoja de registro de limpieza lleva tres días sin firma.
Desde el día en que murió, se mezclan en la misma alcantarilla los cabellos arrancados de Jennifer con los que dejan las clientas de un Spa inexplicablemente sucio.
También desde ese día, su otro negocio, que no era suyo pero la obligaban a atender, se cerró sin más explicaciones. Fue justo en el momento en que sus piernas azuladas no volvieron a abrirse. Entonces el gerente buscó otra trabajadora más joven que Jennifer, más cómoda, sin papeles, ni idioma; el género que más rendía y menos problemas daba.

Mesala