La boda
Frente al espejo, maquillaba mi rostro lo mejor posible e intentaba practicar el gesto con el cual miraría a la cámara al momento de tomar las fotografías. Teníamos una relación de vaivenes emocionales y no pensaba formalizar nada, simplemente en el acompañamiento franco y abierto, amar libremente y con la virtud del respeto mutuo para no coartar ningún sueño y anhelo. Cuando el me lo pidió ahí sentados en la banca de un jardín un domingo por la tarde, tomábamos un helado, ¿quieres ser mi esposa?, en silencio lo abracé sin el gozo incontenible en el alma y que de manera espontánea irradiaría energía hasta deslumbrar. Al día siguiente estabas ahí en la maquina despachadora de café en la oficina, sentí tu mirada, evité a toda costa hacer alguna gesticulación, para dejar en claro que te ignoraría y la duda, ¿cómo hacía para regresar el tiempo?, poder escapar, no estoy lista no con él, no contigo, no con nadie, cada vez con mayor fuerza, así que me fui…
Dama Colibrí