En mis sueños

De repente, en medio del absorbente silencio nocturno, suena una puerta. No quiero cruzar la maldita esquina que separa su calle y la mía, pero lo hago.
Es él. Lo reconocería solo por su forma de mover las piernas al andar.
Ya estoy bien, ya lo tienes superado. Te hizo daño, no te respetó. Repito el mantra.
No sirve de nada. Corro tras él como un caballo desbocado, le abrazo, le digo que le quiero, nos besamos. Como si fuera el final de una película que se ha puesto en “pause” y ahora se retoma de nuevo.
Suena el teléfono y me despierto angustiada. Ha sido un mal sueño. Es mi madre:
-Tu padre me ha vuelto a quedar en ridículo y me ha dejado sola. No se controla. ¿Tú lo ves normal? Ya se lo he vuelto a decir, que es la última vez.

Amariposa