El bar de Toñi
Un goteo constante de gente acudía a desayunar.
Toñi atendía a los clientes, ponía los cafés, calentaba la leche, tostaba el pan, cortaba tomate y jamón si lo pedían. Servía vasos de agua y alguna copa mañanera de anís. Atendía también las mesas del local y de fuera. Y cobraba.
Entró una clienta conocida. “Hola, Toñi, ¿qué tal?”. “Bien, echando el día”. “Se te ve cansada”. “Normal, ayer tuve un día perro y hoy igual. El Riqui está de baja, yo sola en el bar y el dueño no pone a otro. Y ayer tuve que atender al de la cerveza y al de los refrescos, encargar la carne para las tapas e ir a recogerla a la carnicería. Vino también el del propano y tuve que cargar yo con las bombonas desde el camión porque estaba en doble fila. Y encima, por la tarde, apareció el baboso del Paco dándome la tabarra. Venía cargadito y me llamaba por cualquier tontería para arrimarse. Yo, ni caso hasta que se fue. En fin… Lo peor es que no pude hacer nada en casa y tengo el baño y la cocina sin limpiar.”
Ya de noche, después de barrer y fregar el bar, Toñi lo cerró y se fue a casa. Manolo estaba en el sofá con una cerveza viendo un partido.
Toñi se puso a limpiar el baño y la cocina.
Madrigal