Contactos malvados
Cruzamos la avenida con miedo, agarradas de la mano. Con miedo a que alguien nos haya visto escapar. Corrimos cuanto pudimos, y luego nos metimos en una tienda temblando.
Miedo y ansiedad nos corría por las venas, pero también alegría y esperanza. Salimos de la tienda y volvimos a correr, sin dirección, pero libres de aquel mundo inhumano. Llegamos a donde era la casa de mi hermana, y tocamos desesperadamente la puerta. Abrió la puerta sorprendida, y entre lágrimas y sonrisas entramos a su casa. Todo estaba como si hubiese sido ayer el día que habíamos dejado de vernos. Entre abrazos, llantos y sonrisas resumimos lo que nos había pasado todo este tiempo en que ellos creían que yo simplemente había decidido desaparecer o irme a otro país. De repente entró su esposo nos miró sorprendido, y con cara seria salió de la habitación. Tocaron más tarde la puerta, abrió su esposo la puerta, y entre lágrimas y gritos nos llevaron una vez más por la fuerza.
Morosha