Asco

Me estaba asfixiando. El metro iba a tope, olía fatal y tenía gente pegada por todas partes. Por detrás, alguien me daba empujoncitos. Pensé que iría escuchando música. Me volví. Era un tío muy mono, bien vestido, con sonrisa de triunfador y mirada de salido. No escuchaba música. Solo se frotaba contra mí por puro gusto. Entre el calor, el olor y el asco que me dio su sonrisa… me subió una arcada y… le vomité encima. Todo el mundo se apartó. Grité con desprecio: ¡Uy, perdone, pero me ha dado mucho asco que refrotara su pene contra mi culo! Al llegar a la estación, fue hacia la puerta seguido de las miradas acusadoras de todos y bajó ayudado por el bolsazo que le metió una señora mientras le decía: «¡Indencente!» Así, con una −n− de más.

Cecilia Duc