La apuesta
El preludio de la noche tiñe el cielo de color oro mientras ella contempla, reflexiva y exhausta, aquella naturaleza desde una cima de la ciudad.
Había llegado hasta allí huyendo de su agresor, que la persiguió hasta una casa de apuestas en la que logró, al fin, despistarlo.
─ ¿Dónde estás? ─ Se oía desde dentro.
La maltrató durante tres meses, pero aún tiene fuerzas para aprender a ser intrépida e imprevisible ante su presencia.
Allí, en la atalaya, se queda hasta que aparece la primera estrella en el firmamento. Como una joya que la ampara ante la soledad del trayecto que la lleva hacia el hogar de su propia dignidad. No es su casa de alquiler, ni la de sus padres, ni el bar al que solía ir a tomar café antes de ir a trabajar, ni la de la vecina sudamericana que tan bien cuida el gato, ni la de su mejor amiga. Aquella noche, su hogar fue en el que empezó a quererse por valiente: la comisaría.
Había apostado por sí misma…
Maruxa