Donde arden los cometas
Gobernaba la casa con mano de hierro y corazón de piedra. Mientras dormía, los hijos afilaban en él los cuchillos del odio, insomnes por las palabras de acero que cada noche se desplomaban sobre la madre. Hasta que ella los descubrió descalzos y a oscuras junto a la cama del marido, amolando. «Nadie de aquí debe salir herido siempre que haya una puerta», les susurró mientras se marchaba de la casa con ellos en brazos. No llegarían a saberlo, pero el corazón de su madre era para entonces una roca. Con ella encendió la lumbre en torno a la cual crecieron serenos y se alimentaron. El fuego donde arden los cometas capaces de cambiar con su luz el viejo cielo de los hombres.
Cornelia Nothis