Perdón

Perdón por no querer que tus manos me desvistan. Perdón por verme como una igual. Perdón por quererme más a mí que a ti, porque como siempre dices “tu marido es lo primero y luego va el resto de la gente”. Perdón por estremecerme al oír cualquier palabra o sonido que salga de tu boca, perdón por todas las veces que la comida que preparé no estaba a tu gusto. Perdona también por no querer desnudarme ante ti, por sentirme cohibida bajo tu mirada de acero, por padecer un escalofrío cada vez que te acercas. ¿Por qué debería tener(te) miedo cuando vuelvo sola a casa y es de noche? ¿Por qué debería dejar de vestirme con escotes o unos vaqueros apretados? ¿Porque tú lo digas?

Te pediría perdón por más cosas, pero creo que no te lo mereces. Porque estoy harta del perdón, de tu perdón. A la única persona a la que debo rendirle cuentas es a mí misma. He dejado de esperar a que cambiaras porque la gente no cambia, solo aprende, y cuando aprende vuelve y te hace más daño. Hoy me digo lo siento, uno gigante, uno de verdad. Porque lo primero soy yo y porque nadie es mejor que nadie, aquí o aportas o apartas.

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