No hay palabras
No nos hemos vuelto a encontrar desde el juicio. Me dijo que tiene ganas de verme, pero yo… Llego tarde. La visita solo podrá durar unos minutos. Antes de entrar me siento nerviosa. Me tiemblan las piernas. Pienso en la dificultad de elegir las palabras oportunas. Al verme, me lanza un gesto de reproche por mi tardanza. Reconozco su mirada tosca a través del cristal y me recorre un escalofrío, aunque noto que esta vez no tengo miedo.
En silencio, me marcho.
Ana Aparicio Munera