Mi mama
Ya había tomado la decisión, estaba a salvo. Y no podía dejar de llorar, me sentía vacía, sin fuerzas. Me decían que el paso más difícil ya lo había dado. Nadie entendía cómo podía sentirme peor que nunca precisamente ahora. Pasaba por mi mente la idea de volver, lo que me desesperaba aún más. Un día fui a buscar a Bruno al colegio y me regaló un dibujo que había hecho en clase. Era yo. Alta, esbelta, guapa, pude verme con los ojos de mi hijo. Y vi a una mujer segura de sí misma, decidida, valiente. Al fin me había encontrado. Fue el principio de un camino que hoy continúa.
María Ridruejo