Marcha atrás
Vuelven las vísceras a tu cuerpo, vuelve la sangre a tus venas. Tu figura se despega del suelo y retorna a la ventana del sexto piso del edificio. Las pastillas vuelven a sus envases, y los envases regresan a la farmacia. Vuelve el apetito, la luz y el porvenir. El rosado cubre los tonos verdes y morados de tu piel. Hablas otra vez con Juan el frutero sin mirar de reojo y entras de nuevo en la oficina con la cabeza alta.
Y los gritos de tu hija se apagan en su boca. Y sus ojos embeben las lágrimas, sus miles de lágrimas.
—Cariño, ¿estás segura de que quieres denunciarme por una torta de nada? Sabes que, si lo haces, no habrá marcha atrás.
Ingmar