Lo que no se habla
La psicóloga sólo quería saber qué pensaba yo de la virginidad. Que ya, que yo paso, que no me creo las historias de príncipes deseados ni de penélopes tejiendo (mi educación en un colegio de monjas se completó con los libros de la Biblioteca de mi madre muy de adultos, menos mal). Ah, pues ya si eso…dijo la psicóloga vienes a otra sesión. No, si yo estoy genial, tengo dieciocho años, me violaron ayer en mi portal, pero como he visto que pasa en las películas y en los libros, pues me he venido al psicólogo, le contesté yo jovialmente.
No le hablé de la culpa, del asco, de la vergüenza. Y ella no me preguntó. Nadie lo hizo. Lo que no se habla no existe, que diría mi padre.
Iba un poco borracha y ni cogí un taxi ni nadie me acompañó a casa esa noche. Y claro, eso no se puede. Recuerdo con alivio cómo con todo el jaleo mi padre ni me regañó. En cambio, me dieron a tomar mi primer ansiolítico. Que extraño, todo el miedo y la ira se quedaron dentro, atenuadas por el transilium .Y seguí estudiando.
No volví a ver a un psicólogo hasta veinte años después, cuando ya era adicta a los tranquilizantes y todas mis relaciones de pareja habían fracasado.
Blue Mary Dream