In-visibles
La comida, la ropa planchada, el cuidado de la niña, del abuelo que también vive en nuestro hogar… El carrito de la compra hasta arriba, la fregona, el aspirador, la bayeta de los cristales, las cuerdas de tender… Acompañar al médico a la suegra, a la cuñada, al peque, al suegro, a mi madre…
Daniel llama insistentemente al timbre, me seco rápidamente las manos con un paño y voy corriendo a la puerta. En su cara se ve el reproche de su cansancio, de su dura jornada en la oficina lidiando con la clientela. Las muestras de afecto que antes nos dábamos, a día de hoy son inexistentes.
Daniel, le digo, necesito dinero para hacer la compra, y he pensado comprar un nuevo abrigo para este invierno, pues el que tengo ya está muy desgastado. Daniel pone cara seria y gesto amargo, tira sobre la mesa un billete de 50 euros y me dice que me administre para la compra de la comida, pero que el abrigo no lo merezco, que ya me compraré uno cuando yo trabaje.
Mis ojos se inundan en lágrimas, agacho la cabeza y voy a la cocina a continuar lavando los cacharros. Por mi mente se suceden diversas palabras: humillación, desvalorización, amenaza, miedo, invisibilización del trabajo doméstico… VIOLENCIA
Luna