Gritos

María duerme plácidamente, aunque la respiración le sobresalta en ocasiones, siempre coincidiendo con pequeños gestos en sus ojos cerrados y muecas en la boca, como si en su sueño pasaran una película del oeste. Habla de forma atropellada y grita para ahuyentar sus fantasmas que vinieron a visitarla. Espectros familiares que abusaron de ella, de su confianza, y lo que es peor, después intentaron silenciarlo todo; y por eso ella grita ahora, como gritó siendo adolescente delante de un juez, para que no volviera a convertirse en un monstruo aquella persona intachable. Intento calmarla sin que despierte, y parece que hoy lo he conseguido. Al despertar volverá a ser la mujer más alegre que conozco, con gritos tan necesarios.

Portu