Empoderada

Meter a mi novio en una botella no fue una decisión meditada, lo confieso.
Ocurrió mientras paseábamos por el parque. Una repentina racha de viento frío exhibió su furia y los árboles, atónitos, se dejaron hacer sin protestar: “Nosotros somos así”, pensé, él es la tormenta y yo la rama zarandeada. No soportaba sus gritos, su control ni su forma de avasallar en el sexo, pero unas raíces extrañas no me dejaban huir.
Tenía que empoderarme.
La tormenta se plantó sobre nosotros y le supliqué en mi fuero interno:
-¡Dame tu poder!
El sol brilló, como si fuera una señal, mientras él bebía de la litrona.
Decidí intentarlo, señalando la botella:
-Métete ahí dentro y no salgas nunca!
Y ahora no deja de darse cabezazos contra el cristal.

THOMAS PÉREZ