El precio
Despertar inevitablemente. Ver mi ropa en una esquina. Mis medias rotas, como mi autoestima. Toda la vergüenza del mundo cabe en un cuerpo tan menudo como el mío ¿Es eso posible? Resulta que lo es, cabe y deja espacio para la culpa. Dieciocho años han bastado finalmente para envejecer. Llamo a la recepción. No me pueden dar información de quién pago la habitación. Protección de datos dicen. Protección de personas vulnerables, digo yo, protección de chicas que beben demasiado porque no se quieren, sigo insistiendo. Tienes que dejar la habitación antes de las 12, me indican. Y yo me ducho sin sentirme por eso limpia y me marcho caminando junto a los recuerdos que no recuperaré.
Julia Andrea Laguna