El diente

Llevaba años sin ese diente. La paleta izquierda. No quería entrar en detalles del porqué de la pérdida. Trataba de no sonreír en público, se tapaba tímidamente la boca como una burguesa victoriana para no enseñar aquel vacío.
Era mil euros, dos meses de sueldo. Dos meses si Carlos no hubiese insistido en pasarlos a su cuenta ¿Para qué tenerlo todo duplicado? ¿Para que el banco nos robe más?
Al fin y al cabo era sólo un diente. Era sólo no sonreír en público. Era sólo evitar ir a una entrevista de trabajo. Sólo poder trabajar como dependienta por algo más de dinero.
Había prioridades. El coche fallaba, y Carlos no podía llegar a la fábrica sin un buen Audi. Tampoco podía tener un móvil peor que el de su subalterno. Menos aún perderse los partidos de su equipo.
Mientras ella, conocida por todos como “la mujer de Carlos”, cosía la cuarta rodillera al pantalón: limpiar escaleras y suelos los destrozaban. Ya no se reía por no enseñar la mella, era por falta de uso.
Cenó sola las lentejas que sobraron de mediodía. Carlos llegó tarde porque un representante lo tuvo de cañas hasta las cuatro. Invitó Carlos, claro, vaya a ser que alguien pensara que no se lo podía permitir.

El_rafa