De lo sutil al dolor
Era una mañana caliente de sábado, el sol subía sobre su espalda mientras caminaba al puesto de flores, tratando de ver la sombra de sus pies aunque no podía. No tenía trabajo y con un vientre enorme de 8 meses de gestación tampoco encontraría. Ya sabía que era varón. En realidad no miraba sus pasos, evitaba escuchar los pensamientos de dolor en su corazón para que el bebé tampoco los sintiera. Logró ahorrar algunos centavos y fue a comprar flores como acto de rebeldía: el color y el aroma la llenaban de placer y con esa efímera alegría le hablaba de flores a su bebé. Llevaba los pagos de la casa de manera exacta para evitar que él reclamara aunque de todos modos lo hacía. Él había prometido cubrirlo todo, solo tenía que continuar allí porque ella era la culpable. Le habían fallado los cálculos y quedó embarazada. En aquel momento hubo reconciliación, hacía mucho no sentía pasión y se dejó llevar. Al recordar nuevamente luchó para alejar ese pensamiento: lo más importante es el bebé, este dolor no le puede afectar. Ya solo quedaba la costumbre de la acusación, la crítica, el vacío; ya había dejado de distinguir donde terminaba la razón y donde comenzaba la manipulación.
Ariadna