Arañas en la red

Para controlar su mundo no le hizo falta ni una prohibición.
Bastó con apoderarse de sus contraseñas. Introducirse en sus redes y moverse por ellas como un araña en su tela: despacio, sin hacer ruido, al acecho de cualquier “me gusta” sospechoso, eliminando las solicitudes de amistad que levantaran suspicacias, bloqueando a familiares y personas que eran sus referentes.
Para controlar su libertad de expresión no le hizo falta ni una prohibición.
Bastó con acceder a su whatsApp. Deslizarse por sus chats. Colarse en sus grupos y sacarla de los no deseados. Desactivar mensajes enviados. Hacerse el dueño de sus palabras.
Su móvil vaciado de sí misma, fuera de su control, la hizo reaccionar…
Cortó por lo sano. Ya no hay araña en su red.

Encantaria