Y aún siendo ella capaz

A esa mujer que ves ahí
a la que juzgas y a la que apartas,
le va a costar la vida entera
hacer las paces con ella misma.
Encontrar una identidad entre la maleza,
pasar por delante de un espejo sin sentir vergüenza,
o dejar de quemarse con el agua al ducharse, para intentar sentir algún tipo de calor.
Dejar de arrastrar los pies por la casa -si la tuviera-
Rehabitar su cuerpo vacío, y volver a reaccionar sin miedo ante la simple caricia del viento.
Ser consciente de que todas y cada una de las veces que se retorció, minúscula y desesperada por entre los dedos de su monstruoso verdugo, no fueron su culpa.
Y aún siendo así, te crees superior, y piensas que no merece el aire que respiras.
Pobre hombre, jamás estuviste a su altura.

Rebeca Medina