Una madrugada cualquiera

Era una madrugada cualquiera. Las cortinas estaban cerradas y no se podía ver dentro de la habitación. Fran se había encerrado en ella con alcohol etílico, trapos y un encendedor. Era fácil que la receta funcionara.

_ ¡Sólo te pedí un abrazo!
_ ¡No lo hagas! _ dijo ella.
_ ¡Me voy a matar!
_ ¡No! ¡Te lo suplico! _ gritaba Anelie notando cómo su labio tremolaba. Su rostro estaba desfigurado de lágrimas.
_ ¡Es tu culpa! _ decía Fran una y otra vez, como todos estos años…

Hubo un instante de calma. Ella soltó el picaporte. Luego la puerta se abrió.

_ ¿Por qué me haces esto? _ susurró Anelie dando unos pasos hacia atrás.

Fran tenía los ojos rojos y un cúter en la mano que a ella le aseguró la amenaza.

Van Marof