Todo un señor

“A las mujeres hay que cuidarlas y protegerlas. Son así. ¿Ves a todas esas quejándose de la poca igualdad? Tonterías, quieren a un hombre con cojones, que las proteja, que las domine. La altura ya la tienes, al menos.” Roberto recuerda las palabras de su padre mientras echa gasolina al coche. Quince años desde que falleció. Buena gente, de esos señores que no abundan. Rememorar aquellos consejos le viene de maravilla para la cita de hoy. ¡Una hembra de bandera! Preciosa y dulce. Ha vivido relaciones con otras, por supuesto, pero parece la elegida para un futuro serio en pareja. Hora de sentar la cabeza y de poner en práctica el manual del perfecto hidalgo.

Ella insinúa invitar. ¿Qué coño dice esta? Roberto toma la cuenta con decisión y paga la suma. También debería comprarle un vestido, el que usa no es apropiado, piensa. Guapísima, pero con poca clase. Al salir del restaurante, la despide con un buen beso en los labios a pesar de su resistencia femenina. Calculada resistencia femenina, seguro, porque las nenas hacen eso. Roberto le da el dinero al taxista que la lleva, no sin dedicarle antes una mirada furiosa de celos a un tipo que camina por la calle. Papá estaría orgulloso.

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