Toda la sangre cuenta

Cristina y Laura fueron a recoger la muerte a casa del maltratador, entraron como Hansel y Gretel con miedo, confiando en que el monstruo no estuviera allí. Era preciso ser cuidadosas, la vida vale más que el gato o el pasaporte. Él no tenía derecho a quedarse con el gato, claro que el ogro era el ogro.
Iré con las deportivas por si hay que correr -dijo Laura- y yo con las botas militares por si hay que patear, así me siento más segura, concluyó Cristina.
Ambas, ex-pareja y amiga, perdieron su sangre a manos del ogro que sí estaba allí: SE-LAS-COMIÓ-VIVAS. Los contables borraron de las estadísticas a la amiga porque nunca fue pareja del monstruo. Todo el mundo sabe que está muerta igual, sin embargo, oficialmente no cuenta.

Nelken