Nuestra historia

Era temprano y se escuchaban las carreras atropelladas en la Calle Mayor. Miré fijamente aquel portal desde la ventana.

“¿No vas a salir?”, dijo mi madre.

“Quizás no le apetezca”, dijo la abuela Ana, buscando mi complicidad.

“Tengo miedo”, confesé.

Ambas se acercaron a mí.

Tres generaciones acunaban el valor en aquel salón, bañado de luz de verano.

“Todas lo hemos tenido”, dijo mi abuela.

“Está en nuestras manos cambiar el curso de los acontecimientos”, añadió mi madre.

Ví entonces mi rostro reflejado en el cristal, y anudando mi pañuelico rojo al cuello, me lancé decidida a escribir un capítulo más.

Esta vez, un julio lleno de valentía en nuestra historia.

Maguey