Mi príncipe

¿Sabes lo que es que te derritas sólo con que te mire? Me hacía sentir tan querida, tan única, como nunca me había sentido. Él era el único que me quería, que pensaba que yo era especial, que creía que yo merecía la pena. Él era mi príncipe: “yo te quiero más que nadie”, “nadie te va a querer como yo”. Y cuando discutíamos, cuando me gritaba, cuando me hacía sentir tan mal como nunca había imaginado… sólo quería que pasara el momento, que dejara de gritarme e insultarme y volviera a abrazarme, a consolarme, a decirme que yo era su princesa, querida y deseada, rescatada por su amor. Y siempre volvía a rescatarme.
Pero cambió el cuento. Poco a poco, después de los gritos y los desprecios, del silencio aterrador, justo cuando yo esperaba el final feliz… las caricias dejaron moratones, los abrazos asfixiaron mi pecho, las palabras afiladas rasgaron mi alma y el sexo dolió. Dolor físico, en mi cuerpo; dolor emocional, en mi intimidad, en mis pensamientos, en todo mi ser…
Y cuando pensaba que sin mi príncipe nunca habría consuelo, me di cuenta de que tampoco hay daño.
Ya no quiero ser princesa. Ya no voy a seguir en este cuento.

Antiprincesa