La cortina que no habla

Era noche cerrada, llovía, hacía un frío de escarcha y ella corría y corría como alma que se lleva el diablo con su hijo de 18 meses en brazos, aunque la oscuridad era su aliada el pánico la hacía perder el equilibrio. Tendría que serenarse hasta poder llegar a casa de su compañera. Ella le podría dar refugio por una noche.
Desde la casa de al lado de Victoria (un mindunguis) había girado la cortina y estaba pendiente de lo que acontecía, pero sólo cuando volvió a ver de vuelta a la mujer, cabizbaja, tambaleante, susurró a su marido – ha vuelto a suceder y ella regresa, pero nosotros nos mantendremos en silencio, como hasta ahora.
Julián dio un respingo, abrió la puerta – y esa noche no permitirían que nadie les hiciera daño.

ines