Hoy no es tarde

Ojeras como surcos oscuros bajo una mirada vidriosa que apenas reconozco. Dejo correr el agua del grifo y lavo la cara de la extraña que me mira desde el otro lado del espejo.
Acúfenos en los oídos. Ya no hay música. Ni siquiera el silencio que precede a las explosiones. Solo un zumbido de enjambre de abejas afilando sus aguijones.
Tan pequeña, que desaparezco por las noches engullida por el desierto de escarcha de nuestra cama.
Las palabras que duelen como puñales. Y luego la bofetada. Y al día siguiente, el perdón y el cansancio en las costillas y el vaho en el corazón.
Pero no me he encogido, y hoy todavía no es tarde. Cruzaré esa puerta para no volver. Dibujaré un nuevo día y nadie conseguirá arrebatarme la música de nuevo.

Claraboya